Entre coyotes anda el juego by Ralph Barby

Entre coyotes anda el juego by Ralph Barby

autor:Ralph Barby
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Relato
publicado: 2015-10-03T22:00:00+00:00


CAPITULO VII

Las dos chicas de vida ligera que bebían y parloteaban en el despacho particular de Arthur Morgan no conseguían desfruncir el ceño del poderoso ranchero.

—Vamos, cariño, sonríe un poco para nosotras —pidió una.

El hombre, sin apartar el grueso cigarro de entre sus dientes, apartó a la mujer de un manotazo que casi resultó brutal.

—Déjame en paz, idiota.

La chica le miró con odio. Inmediatamente, se compuso y volvió a sonreír, pensando que aquello era lo que más le convenía hacer. Las demostraciones de grosería por parte de Morgan no erar cosa nueva para ellas.

—¿Un vaso de whisky, cielo?

Ante la pregunta de la otra fémina que a prudente distancia trataba de ser amable Morgan asintió:

—Sí, rápido.

El vaso le fue servido y ambas chicas se miraron entre sí cambiando una mirada de inteligencia, si es que en aquellas cabecitas llenas de pelo podía darse el fenómeno de la inteligencia.

En aquel momento llamaron a la puerta de la casa utilizando la campanilla. El hombre que Morgan tenía siempre tumbado en una de las butacas del vestíbulo, un sujeto bien vestido y rasurado, pero que no dejaba de ser un pistolero, fue a abrir.

El guardaespaldas franqueó la entrada con la diestra apoyada sobre la culata del «Colt» como era su costumbre.

—Matt, dile a Morgan que me urge verle.

Matt miró al recién llegado, de rostro nervioso y apestando a alcohol. Destapó el tubo acústico de cobre, similar a los utilizados en los navíos para la intercomunicación, y silbó a través de él.

—¿Quién es, Matt? —respondió la voz de Morgan,

—Es Perkins, el abogado. Dice que desea verle.

—Que pase —dijo el ranchero.

Perkins pasó al interior de la casa. Sabía que, de no autorizarlo Morgan, no habría podido cruzar aquel umbral; Matt se lo hubiera impedido.

Al dirigirse hacia el despacho, se cruzó con las dos chicas a las que ya conocía por haber estado en otras ocasiones en casa de Morgan.

—Vaya con cuidado, Perkins. Esta noche, Morgan muerde —dijo una de ellas riendo.

Ambas subieron por una amplia escalera a las habitaciones. Por aquella noche, la fiesta había terminado con respecto a ellas.

—Adelante, Perkins, no te quedes ahí parado como un imbécil —masculló Morgan al verle en el umbral del despacho.

—Buenas noches, Morgan. Necesitaba verle.

—¿Qué ocurre? Hum, parece que esta noche te has pasado de la raya con tus copas. ¿Qué es lo que te ha hecho emborrachar como un puerco?

Perkins clavó sus ojos en el vaso de whisky que Morgan sostenía en su mano. Tragó saliva y preguntó:

—¿Puedo, puedo tomar un trago?

—No.

—Sólo era mojar la lengua...

—Primero escupe lo que has venido a decirme. Me están fastidiando tus incesantes borracheras, cualquier día termino contigo.

—Soy su abogado, Morgan, el abogado de todo Shoshoni.

—Hay muchos abogadillos en el Este que quisieran venir a Shoshoni para ocupar un puesto tan lucrativo como el tuyo.

—¿Abogadillos como Hat Hamilton?

—Sí, aunque ese tipo no es como tú. No creo que lograra comprarlo.

—No he venido a hablarle de él, Morgan.

—Creo que ya me has dicho que está en la ciudad

—No se trata sólo de su llegada.

—¿Qué más hay? —inquirió molesto y ceñudo.



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